Preparación para la batalla

Jos. 3:5
"Y Josué dijo al pueblo: Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros."

2 Tim. 2:21

"Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra."


Josué tenía la primera gran misión como el Comandante que Dios había puesto delante de su pueblo. Lo inicial era pasar el Jordán, un río que tendría unos 30 metros de ancho, aproximadamente, y que les dividía de la tierra prometida.

Él, antes de salir hacia el Jordán, ya había enviado espías a ver lo que había del otro lado, dando por sentado que pasarían, por más que ni él mismo sabía cómo.

Antes de cruzar el Jordán, justo apenas que Dios le enseñe cómo habría de pasarlo con todo el pueblo, Josué les dice a los que cruzarían con él que se santifiquen preparándose para las maravillas que Dios haría con ellos al día siguiente.

Para el pueblo, esto significaría limpiar sus vestiduras y pedir perdón por sus pecados. Algo que era, en ese entonces, común para Israel. Pero esa misma debe ser nuestra idea de prepararnos. Del modo que nos limpiamos en nuestras ropas, debemos cuidar que siempre sean blancas.

Todo soldado del Ejército de la Cruz debe, antes de empezar su campaña, santificarse. La victoria, sabemos, ha sido ya firmada para el Ejército del Señor Jesús pero, si nosotros queremos ser útiles para este paso, tenemos que estar santificados, de forma que su accionar, su obrar, se hagan realidad en nosotros.

Cuando uno está santificado en el Señor, no sólo limpia sus vestiduras, y cuida el calzado de sus pies, sino que entrega sus pensamientos y su corazón a la pureza que Dios quiere. Deja que el Espíritu Santo hable con autoridad y se deja llevar por las decisiones de Dios.

Sólo santificándonos, podremos ser útiles para las obras de Dios.

Antes de salir, no sólo debo colocarme mi armadura, sino tener bien en cuenta que sólo en la santidad la victoria será rotunda. Y no implica no pecar nunca, sino no dejar que el pecado se enseñoree de mi vida y, en caso que caiga, llegar a los pies de mi General a suplicar por su limpieza.

Si la santidad es tan necesaria es que hay un gran porqué. Entonces, encuentro que Dios no puede armar su Ejército de la Cruz sin gente santa. Su Palabra nos dice que tenemos que ser santos como Él es santo. Si no soy como mi General, de nada me sirve intentar seguir sus órdenes.

Hoy quiero santificarme, prepararme para el día de hoy y las batallas que hoy hayan. Hoy quiero saber que salgo de mi tienda santo, en búsqueda de permanecer santo.

Dios nos bendiga con santidad, para ser instrumentos útiles para su obra.

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