Hijo de Dios = pacificador

Mt. 5:9
"Bienvaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios".



Es difícil buscar siempre la paz porque, en muchos casos, la "guerra" nos conviene más. Cuando nos sentimos maltratados o insultados por alguien, queremos tener la oportunidad de devolverle la falta o el agravio y, si se puede, con intereses y moras.

Ser pacificador es, entonces, algo que no está en nuestra naturaleza. Nos gusta, eso sí, sentir que todo está tranquilo donode vivimos pero, si alguien nos hace daño -o creemos que nos lo hace-, entonces deseamos que la guerra tenga finales realmente siniestros.

Ahora bien, la PAZ no es el simple estado de no guerra. Cuando la Biblia nos habla de PAZ, nos dice algo similar a lo que ahora entendemos como ARMONIA, algo similar a la música. Es un estado de concordancia y de belleza rítmica y tonal en nuestras vidas. Es no salirnos de la nota ni desafinarnos o descompasarnos en el tiempo. Es como un baile bien llevado.

Ser un pacificador es ser un representante y un buscador, a la vez, de esa armonía de Dios. Es ser representante de la música de Dios o uno de los músicos o instrumentos que siguen la perfecta partitura.

Jesús nos dejó una promesa con relación a este papel de pacificadores: aquellos que lo fueran, serían llamados hijos de Dios, lo cual significa ser herederos de Él, llevar su apellido, ser "firmados" y reconocidos por Él.

Un padre como el que nos promete el Salvador es un padre que siempre estará con nosotros. Es un padre que no nos falla, que nos corrige y que nos levanta. Es un padre que permite que sus hijos lloren en su hombro y que salgan a la calle a decidir su vida portando su apellido. Y lo más lindo, quizá, es que deja que los demás lo llamen como su hijo, de modo que no se avergüenza de uno, de mí, en mi caso.

Personalmente, sería muy lindo saberse no sólo firmado, sino también aceptado por Dios como su hijo. Tener un padre que te cuida y que se preocupa por ti, por proveer lo que te hace falta no sólo por la obligación de hacerlo, sino también porque te ama. Ese es el Padre Mío, al que le oro siempre.

Intentaré, con todas mis fuerzas, honrar  a aquel que me ama y que quiere ser mi Padre y que los demás me llamen su hijo. Con la bandera de su paz viviré para mí y para todos los que me rodeen.

Que Dios te abrace como sólo un Padre puede hacerlo.

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