Aprender a ser feliz haciendo felices a los demás

Mt. 5:7
"Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia."



Hoy saltaré unos versículos por necesidad personal.

Cuando acepté a Cristo, reconocí que era pecador y, hasta hoy, veo que lucho con el pecado. Sin embargo, Dios se apiadó de mí y tuvo amor para conmigo salvándome en Jesús.

Dios tuvo misericordia de mí. Él me amó no importándole mi situación de pobreza o suciedad espiritual, y Jesús dio cada gota de su sangre por mí, sabiendo que muchos años después le iba a fallar tantas veces.

Dios tiene misericordia de mí. Me perdona mis pecados y me ayuda en mis luchas por más que yo sólo merezca ser desechado por mi terquedad y por mi inmundicia.

Si mi Señor puede tener tanta misericordia por mí, ¿por qué soy yan duro yo con otras personas? Aquel que ha alcanzado misericordia tiene que entender que no la merece y está obligado a ser misericordioso.

Jesús bendijo a aquellos que sean misericordiosos. Prometió felicidad futura y misericordia de Dios; y, además, el tener misericordia con las personas es una obligación del cristiano, ya que, si realmente sigue a Cristo y éste es Señor sobre su vida, entonces debe imitar sus características, y una de las más fuertes es su misericordia.

Sé que me cuesta ser misericordioso, pero ahora entiendo que no es por sentimientos, solamente, que se tiene misericordia; es también por decisión a amar. De eso se trata el real "amaos los unos a los otros así como yo os he amado".

Detrás de cada persona está Jesús, mi Señor, porque así como me ama a mí, así también Él ama a cada persona y yo no puedo no amar lo que mi Señor ama.

Por misericordia he sido abierto a la gracia de Dios. En mí ya se cumplió la promesa de alcanzar misericordia; tengo que aprender a cumplir con la primera parte.

Que Dios llene de misericordia tu corazón... y el mío también.

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