Agradando al jefe

1 Ts. 2:4

"...sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones."


Durante algún tiempo, dudé sobre si es que realmente Dios me había llamado a servirle. Cuando las cosas empezaron a salirme mal y las luchas no se vencían, no encontraba una razón real para hacer lo que estaba haciendo en la obra. Él me dio una respuesta bastante clara a mi pregunta.

Pienso, ahora, en que Dios me permitió conocerle y saber todo lo que Él hizo por mí. Dentro de todo el mundo, entre tantas personas más capaces, con más carisma y más inteligentes (por decir lo menos), Dios quiso que yo le conociera y que tuviera su evangelio para trabajar para Él.

Dios me aprobó para conocer y compartir su palabra. Quiso que yo tuviera parte dentro de su bendita obra; y, en realidad, yo no hice nada que me haga merecedor de todo ese honor.

Sin embargo, ya dentro, tengo que ser consciente de que sigue siendo Él el que aprueba y Él el justo y santo, mientras que yo sigo siendo imperfecto y la parte más débil de la cuerda.

Es por eso que todo aquel trabajo con el evangelio tengo que hacerlo pensando en que mi empleador es Dios y Él me dio la tarea en amor, fe y santidad, de modo que no hay otra forma de cumplirla.

Fui aprobado, en un inicio, por su amor bendito y sin saber qué cosas tenía Dios para hacer conmigo. Ahora sé que Dios es lo más perfecto y grande que hay y que me ama de tal forma que confía en mí para darme parte de su obra a hacer.

¿Cómo tengo, entonces, que hacer las cosas de Dios? Buscando agradarle. Así como Él me aprobó, así debo buscar que Él esté contento con mi vida. Cada instante vivirlo para que el Rey de reyes me apruebe y sonría conmigo.

Él verá mi corazón y sabrá qué hay dentro de él. Yo quiero que lo apruebe.

Dios sonría con tu corazón.

Comentarios