Guardando mi mente: pensando en la verdad

Fil. 4:8
"Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad."

Pr. 23:23
"Compra la verdad y no la vendas..."


Hace unos días, me quedé pensando sobre la verdad. Es, sin lugar a dudas, una idea que delata a otra, es una afirmación que excluye a los demás, hallándolos como mentira o falsedad. No existen muchas "verdades", mejor dicho, no es que cada uno tenga su propia verdad, sino que existen muchos puntos de vista y opiniones sobre la misma verdad.

Es, socialmente, un tema muy importante. La justicia, normalmente, busca la verdad para poder dictaminar veredictos. Las elecciones (en lo que llamamos democracia) se convierten en campos donde se busca la verdad sobre los candidatos a asumir algún rol político.

Además, en base a ella y en nombre de ella, se han hecho juramentos, se han roto reglas, se han abierto heridas y se ha permitido cosas que, quizá, nunca se hubieran dado si es que no quisiéramos llegar a ella.

Es, dicho de otra manera, parte del deseo popular: conocer la verdad.

Sin embargo, es difícil entender qué es en sí misma. No es que sea complicado el elaborar una descripción de lo que es, sino que nos cuesta que sea parte de nuestra conducta, de nuestro corazón.

Pedimos siempre que se nos hable la verdad, pero, ¿estamos nosotros buscándola realmente, o es sólo un intento falso de querer creernos más inteligentes al negarla?

La Biblia dice que el verdadero hijo de Dios debe pensar en todo lo verdadero. Jugando con el antónimo, puedo decir que Pablo pide que no pensemos en mentiras, en nada que sea falso.

Sin embargo no se queda ahí, en el dejarnos en la conciencia de que nuestros pensamientos no se basen en una falsedad, sino que corre más allá.

La verdad es un bien, el conocerla es un regalo de parte de Dios; el administrarla es una responsabilidad que decae de la misma manera. Dios es verdad, es un Dios de misericordia y verdad, donde entendemos que en verdad cae todo lo que es sabiduría, consejo y juicio. Jesucristo es verdad. Es verdad desde que era verbo y promesa, hasta que fue carne y sacrificio, y ahora, que es salvación y vida eterna. En realidad, siempre fue todo, y siempre lo será.

La Biblia explica muchas cosas sobre la verdad, pero, desde la perspectiva que es una de las características de todo pensamiento en que debemos invertir tiempo, puedo rescatar que, en mi vida, de dejar que la mente de Cristo se torne realidad, podré estar cerca a Dios compartiendo de su presencia, como dice Sal. 15:1-2.

Además, al pensar en lo verdadero, quitaré tiempo al pensamiento sobre cosas que no llevan a verdad. Si Jesús es la verdad, entonces mi mente estará situada en lo que Él desea de mí.

Él es la verdad en la cual debo ser encaminado, al igual que el salmista del Salmo 25. En su verdad uno puede estar seguro y firme. Y en la verdad a la que doy lugar en mi mente deben estar sus caminos.

Ahora, también es que no puedo permitirme el pensar en cosas vanas, que no son verdaderas en cuanto a mi comunión con Dios, de modo que no sólo pienso en lo que es verdadero, sino que desestimo intenciones erróneas.

Hoy quiero decidirme a pensar en lo que es verdadero, aquello que traspasa los tiempos y que es uno sólo siempre: Dios. Todo lo que Él es, lo que Él desea y lo que Él pone como camino será mi verdad, y andaré como su hijo, con la mente de Cristo.

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