Cumpliendo el orden

Lc 2:39
"Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret."


Jesús era, como me enseñaron siempre, 100% hombre y 100% Dios. Obviamente, sigue siéndolo. Pero el tema no pasa porque lo sea aún o no, si no porque, al ser 100% hombre, debo entender que no dejó de hacer las cosas que los judíos hacían, por más que Él era Dios.

Fue presentado en el templo, circuncidado, enseñado en la ley y debe haber participado de todos los procesos de cualquier niño israelita. No por ser Dios dejó de cumplir con lo que la ley pedía que se cumpliese con Él, y se sometió a José y a María en lo que a su educación se refiere.

En el ministerio, muchas veces empezamos a subir de responsabilidades. Dejamos de ser personas que vienen a la iglesia para ser personas que enseñan en la iglesia, primero a pequeños grupos, luego más grandes, luego a varios grupos, luego enseñamos teología básica, asistimos al Seminario Teológico, apoyamos al pastor en diversas cosas, formamos parte del grupo de líderes de apoyo pastoral y, cuando volteamos la mirada, vemos a mucha gente que recién empieza a venir. Yo, personalmente, he tenido problemas por mi orgullo en este "ascenso" de responsabilidades eclesiásticas.

Por eso me parecía importante hacer mi devocional con este pensamiento: Si Jesús hizo todo lo que un niño judío debía hacer según la ley, y cumplió con todos los pesados roles de su cultura sin chistar siendo Dios, yo no puedo comenzar a dejar que mi orgullo se levante por tener más responsabilidades ahora que antes y ser "más visible" en la iglesia.

Mi corazón, obviamente, juega dobles pasadas en este tema, y me cuesta mucho recordar que no soy nadie digno de hacer las cosas de Dios. Fallo y me equivoco probablemente más que todos los demás, pero regreso a Dios arrepentido y pidiendo su perdón. Y es, quizá esto, lo que me ayuda a darme cuenta de que, por más que ahora sea visto como "alguien" en el trabajo ministerial, no es por mí, sino que Dios tuvo misericordia de mía antes y me prestó parte de su obra para darme una oportunidad. Sólo desde esa perspectiva puedo volver a hacer las cosas que Dios me encomienda con humildad.

Pero cuesta.

Hoy quiero recordar que mi vida no es, por mí, algo importante, sino que lo es porque Dios la hizo así. Y, si lo recuerdo bien, entonces podré hacer la obra un poquito más dignamente.

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