Promesas cumplidas o por cumplir

Ro. 1:2
"que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras,"


Dios siempre fue claro conmigo: las cosas que decía, las cumplía. Cada una de sus palabras en la Biblia fueron siempre respetadas por Él.

Incluso, desde la antigüedad, cuando Él había asegurado un libertador para su pueblo, porque de eso es lo que Pablo nos habla en este espacio.

Dios promete libertad para sus hijos, libertad de todas las opresiones. Ese es el evangelio de la paz y del amor. Porque Jesús vino a liberarnos de los yugos de pecado y de condenación.

Dios prometió, con Daniel, con Isaías, con Ezequiel y con muchos más profetas, desde la misma Eva, que conseguiría, en el futuro de ellos, liberarnos de nuestra misma miseria. Y, para ser completamente francos, tardó más de lo que el pueblo de Israel creía.

Se demoró para ellos, pero no para Él. Dios cumplió su promesa en su tiempo, en momentos precisos en los cuales era necesario que Jesús estuviera en la tierra.

No sé bien, exactamente, el caso del tiempo de silencio en la Biblia, pero sé que justo, cuando los evangelios nos dan la fecha de nacimiento de Jesús, Dios sabía que la tierra estaba lista para Él. No que le iban a hacer caso todos, sino que era justo en ese momento que Jesús bajara.

El caso es que Dios cumplió. Cumplió sin guardarse el cambio. Cumplió no como candidato político a algún poder del estado. Cumplió como Él mismo es: verdad.

Y, si cumplió en algo tan grande como enviar a su hijo por nosotros, obviamente cumplirá con sus promesas para cada uno. No dejará que me quede seco sin dar fruto si es que permanezco en Él, por ejemplo.

Ahora puedo ver que no es simplemente una frase esa de que el evangelio de Dios había sido prometido antes por sus profetas en las santas escrituras, sino que es Dios mismo el que dice: mira, aquí cumplo lo que tanto te prometí y que esperabas. No es algo simplemente general, es algo personal.

Es como la firma y el ejemplo de que no se olvida de lo que esperamos. No deja de preocuparse por nosotros. No permite que nos quedemos sin su cumplimiento.

Y quiero aferrarme a una promesa que cantaba cuando era chico, niño. Una promesa que debería haberse hecho más fuerte en esperanza con el día a día, pero que, en algún momento, dejé de ver como debiera. Era la promesa que me llevaría a mi punto de meta de Gálatas, pero que dejé de leer por puro ocioso y carnal.

"...que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;" (Fil. 1:6).

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