El tiempo del "descanso"

Ef. 6:18
"orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;"

1 Ts. 5:17
"Orad sin cesar"

Lc. 21:36
"Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre."

Mr. 14:38
"Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil."


El momento del descanso no existe para el soldado del Ejército de la Cruz. Si no se está en plena batalla, uno debe estarse preparando para la batalla siguiente. Lo bueno es que, mientras que el soldado se entrena para la lucha, este entrenamiento trae descanso para él.

A diferencia de otros momentos, cuando no estamos en el campo, podemos estar acondicionándonos para dar buena pelea, de modo que estemos listos y preparados en todo momento.

Sin embargo, cuando no nos preparamos, y nos dejamos al abandono, pensando que ya todo lo hemos ganado, entonces, cuando volvamos a enfrentarnos, nos daremos cuenta que el enemigo nos vapuleará sin tener resistencia alguna de nuestra parte.

El tiempo de descanso es, para el soldado del Ejército de la Cruz, un tiempo de conversar con su General. El momento en el cual se inicia esta conversación debe ser privado, de forma que no haya secreto entre el Soldado y el General. Mucho tendrá por decir el soldado, pero mucho más tendrá que decir el General, y el caso es que el soldado deberá saber escuchar, en sus conversaciones, la voz de su General.

Esta conversación, al escuchar las palabras del General, nos fortalece y nos da paz. Nos enseña cómo hemos de salir al campo y nos bendice con momentos de tranquilidad. Además, hace crecer nuestra confianza en que siempre tendremos a nuestro General cerca, y podemos saber que cualquier cosa podemos decirle sin temor alguno.

Nuestras necesidades y nuestras luchas debemos ponerlas frente a nuestro General en una súplica reconociendo sus poderes y su grandeza, y confiando en que Él si puede hacer todas las cosas aún mejores que como las pedimos.

Además, es bueno saber que tenemos la obligación de presentar, también, un pedido por todos aquellos soldados que, como nosotros, pelean en este campo. ¿Quién mejor que nosotros, que atravesamos por situaciones muy similares para orar por ellos?

Ya con la armadura puesta, no podemos dejar de orar. En nuestra oración está nuestra comunión con Dios. De ese tiempo de compartir con nuestro General sale nuestra victoria. Y nadie nos puede robar ese momento.

Hoy quiero orar todo el día. Hoy quiero orar sin cesar y sabiendo que puedo caer si no lo hago.

Dios nos guarde en el tiempo en que necesitemos orar, y que no nos permita dejar de hacerlo.

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