De un cuero bien curtido: los pies del soldado del Ejército de la Cruz

Ef. 6:15
"...y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz."

Is. 52:7
Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!"


Mis pies tienen, hoy, nuevos zapatos. Es interesante porque, justo hoy, tengo un tema en particular para mi devocional: el apresto del evangelio de la paz.

Ahora, no entiendo bien, aún ahora, lo que es "apresto". Busqué un significado especial, y dice que es el proceso por el cual una prenda o una tela de vestir se torna firme y lustrosa. Supongo que Pablo, al ser curtidor de cuero, sabía bastante sobre este proceso y sabía que las sandalias de esos tiempos tenían que sufrirlo también.

Pero ese no es el tema. Al menos, no por ahora.

El caso es que los pies del soldado del Ejército de la Cruz tienen que estar calzados con algún tipo de zapato para salir a la batalla. Hoy en día, los soldaditos de los ejércitos nacionales utilizan botines con la punta de acero, pesados como yunques y feos como Betty, pero útiles para cubrir sus pies.

Sin embargo, años atrás, en la época de Pablo, los soldados utilizaban sandalias por el calor y eran de cuero reforzadas con metal interno por la transpiración y la protección.

Estas sandalias tenían la lógica de ser veloces, ya que entonces la velocidad en el campo era cuestión de pies, si el enfrentamiento era directo.

Para un soldado del Ejército de la Cruz, el calzado es importante. Tiene que ser ligero, de forma que permita el ser rápido, preciso para la tarea encomendada. Además, debe ser lo suficientemente seguro como para cuidar de no tropezar por él mismo o no frenarse en plena carrera, además de algún tipo de doblez de tobillo o ampolla.

Mi calzado, como soldado del Ejército de la Cruz, fue puesto por mi General, que lavó mis pies para prepararme a salir a la batalla. Se gastó Él, pensando en mí para que yo esté listo de luchar y que no tropezara. Su calzado me quedó y ahora es parte de mí, de lo que soy.

Y es, prácticamente, la razón del inicio de mi batalla hacia afuera: el evangelio de la paz, sus noticias de libertad y de sanidad y de salvación a todos los hombres. Mis pies deben anhelar llevarme de lugar a lugar pregonando las noticias más importantes de todas las rotativas: mi General ya le dio la victoria a su Ejército sobre todas las ataduras que este mundo tiene, y quiere que más personas se unan a Él.

Son noticias de victoria y de paz. De paz con el General Supremo. Mi General me permitió llegar a mi General Supremo, Él era la única forma de hacerlo, y con amor permitió que yo asistiera a sus reuniones cuando antes no era digno de estar ahí.

Hoy, quiero ajustarme bien los zapatos. En algún momento, mis pies han de querer llevarme a dar buenas noticias, y, si mis pies me llevan, mi boca ha de seguir el ritmo.

Que Dios nos bendiga con pies deseosos de salir a contar noticias buenas que traigan paz.

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