Un soldado decidido

Jos. 1:2
"Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel."

Jos. 1:10-11
"Y Josué mandó a los oficiales del pueblo, diciendo: Pasad por en medio del campamento y mandad al pueblo, diciendo: Preparaos comida, porque dentro de tres días pasaréis el Jordán para entrar a poseer la tierra que Jehová vuestro Dios os da en posesión."




Josué había sido uno de los principales ayudantes de Moisés durante toda su travesía por el desierto. Él y Caleb fueron los dos únicos espías de los 12 que envió Moisés que le dieron esperanzas al pueblo para ir y tomar la tierra prometida, y no le tuvieron miedo a los gigantes, por el contrario, entendía que esa era la tierra prometida al ver la descripción que el mismo Dios les había hecho sobre ella.

Sin embargo, en este momento, Moisés había muerto. No había llegado a ser el hombre que hiciera entrar al pueblo de Israel a la tierra donde fluía leche y miel.

Es, en este escenario, con un pueblo acéfalo, que Dios llama a Josué a su gran misión: debería ser el sucesor de Moisés.

Era un soldado, pero, por primera vez, debería seguir, directamente, las órdenes de Dios, no de Moisés. Tendría que ser el encargado de finalizar el trabajo de su antecesor, y él mismo sabía que esto era un traje muy grande, no sólo para él, sino para cualquiera.

Pero, frente a las circunstancias que podrían hacer de él un hombre con dudas, el Señor lo llama a ser decidido.

La orden es clara: levántate y pasa este Jordán. No había discusiones. No había lugar a dudas de lo que tendría que hacer. El cómo no era tan importante, por el momento, sólo el qué. Y Josué decidió hacerlo así.

Para hacerlo, obviamente, si revisamos los versículos posteriores, Jehová le manda a esforzarse y ser valiente, que es algo muy necesario para lograr un cometido en la vida cristiana. Pero, sin la decisión, de nada sirve el esforzarse, o, no nos esforzaríamos en nada.

Josué decidió creer y obedecer. No quiso buscar otras alternativas. Apenas terminó Dios de decirle lo que iba a hacer, y las directivas de cómo debería vivir de ahora en adelante, él comenzó a cumplir lo que su gran General le estaba ordenando.

Yo tengo que empezar a ser así. Si me está faltando la decisión de vivir bajo las direcciones de mi Dios, debo comenzar a renunciar a mi propia idea de vida, para que sea la idea de vida que Dios tiene para mí la que gobierne sobre mí.

Para vencer, es necesario que el soldado de la Cruz esté decidido en dejar las decisiones a Dios. Para esto, debe tener en cuenta, siempre, que es Dios el que toma las mejores decisiones, y que le conviene que sea Él el que ordene y uno el que cumpla.

Hoy decidiré a cumplir sus órdenes sin dudar, sin buscar otras opciones. Él manda, yo cumplo. Y, si me falta algo, Él se encargará de dármelo.

Dios te bendiga mucho, y que seas siempre un soldado decidido a obedecer.

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