Un corazón limpio

Mt. 5:8
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”
Sal. 51:10
“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,Y renueva un espíritu recto dentro de mí.”

¡Qué importante es “tener un corazón limpio”! Sólo aquellos que lo tengan tendrán la oportunidad de ver a Dios. Y algo que se le suma a esto es que, con un corazón limpio, la vida se hace “más fácil”. No porque uno la tenga comprada ni regalada, o porque no haya problemas, sino porque, si se tiene un corazón limpio, la voz de Dios se escucha clarita y se puede saber cómo vivir, como lo que escuchó Samuel siendo aún muy joven.

Un corazón limpio es un corazón que no se mancha. Tan simple como eso. Es un corazón que se guarda de hacer o sentir lo que no conviene.

Y a Dios le gustan esos corazones. Tanto le gustan que Él mismo los da. Él pone un corazón nuevo, distinto al que tenemos al nacer, cuando aceptamos a en la fe lo que Cristo hizo por nosotros. La petición en Salmos se tornó promesa en Ezequiel 36 y se explicó su importancia en Mateo.

Entonces, si Dios pone los corazones limpios y de eso depende el que lo veamos, ¿basta con que Él lo haga para estar tranquilos? No, en ninguna manera. Un corazón limpio busca mantenerse limpio; y ahí viene nuestra lucha del día a día.

Si Dios me ha dado un corazón limpio, entonces debo aferrarme a Él para que no se ensucie.

Un corazón limpio es como Dios quiere que sea un corazón, que rechace el pecado, que no busque mancharse, que reconozca sus faltas y sus debilidades, que le duele caer y que sienta y viva en amor y en misericordia.
Y el luchar por ser así día a día, cogido de la mano del Creador, es lo que hace la vida de un verdadero hijo de Dios.

¡Que Dios te recontrabendiga!

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