Pr. 11:1
"El peso falso es abominación a Jehová;
Mas la pesa cabal le agrada."
¿Cuál es la balanza que Dios verá en mí?
Dios conoce todo lo que sucede en cada una de las vidas de sus hijos. Él ve lo que nos pasa, lo que pensamos, decimos, hacemos, sentimos, etc. Nada podemos esconder de sus ojos.
Al Señor le agrada el corazón recto, aquel que pesa con equidad para todos los lados. Ese tipo de corazones que no se desvían ni que marcan algo cuando deben estar en cero.
¿Qué cosas peso en mi vida? Pues, bueno, peso las respuestas que le doy a las personas. Peso los sentimientos que hay en mi vida. Peso las actitudes que adquiero. Peso las decisiones que tomo. Peso las acciones. Peso lo que le voy a decir a Dios.
Y es que cada una de esas cosas las decido, de tal forma que yo pongo la aguja en cero si es que quiero mantener mi balanza de decisiones equilibrada o la muevo para favorecerme, dejando de hacer lo bueno para hacer lo conveniente.
Dios se agrada de aquellos que le dejan a Él calibrar su balanza. De todos los que pueden acercarse a Él sin tapar nada de lo que hacen durante el día.
El poder hacer eso es saber bien que no cuenta cómo es que peso yo lo que hago, sino cómo pesaría Dios mis actos. Si Él es el que calibra mi balanza, entonces las mediciones saldrán bien.
No es lo que yo crea que es mejor lo que Dios pondrá como equilibrio en mi aguja, sino lo que Él quiere de mí. Por eso es que, ciertamente, es más complicado. Sin embargo, sólo así, mi corazón puede serle agradable.
Una cosa más, que es más de lo que Dios quiere de mi balanza es cómo me portamos con los demás. ¿Qué tipo de peso es el que tengo para responderle a las personas? Debo cuidar lo que hago frente a los demás porque debo amar como Cristo me amó a mí.
Si busco de verdad al Señor, y quiero ser agradable a Él, entonces tengo que pesar como Él pesaba sus actos con los demás. Su balanza siempre fue de amor para con todos, no importaba quién era. Esa era, finalmente, una verdadera balanza calibrada.
Que tu balanza siempre la calibre Dios.
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