¡Un buen manso!

Mt. 5:5
"Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad."



Siendo humilde, tranquilo, obediente, sumiso y pacífico se puede llegar muy lejos.

Jesús prometió felicidad a aquellos capaces de estar atentos a su llamado y a los que, conforme al propósito que Dios tiene para cada uno, vivan de manera santa y agradable a Dios. Eso es, en principio, ser manso.

No significa ser tonto, ni mucho menos lorna, sino saber ser paciente y sumiso al esperar, obediente y tranquilo al escuchar la voz de Dios y pacífico y humilde al relacionarse con los demás. Entonces, no es tarea fácil.

Ya está dicho en este espacio: dejar tu voluntad para que sea Dios el que decida sobre ti es algo sumamente difícil. No sólo porque cuesta, algunas veces, saber qué quiere Dios que haga (aunque, siendo sinceros todos, su palabra es clara en este aspecto), sino principalmente porque no nos gusta que nos manden.

Cierto, no nos gusta que nos den órdenes y, mucho menos, seguirlas. Cuando alguien nos da una orden, solemos preguntarnos "porqué debo hacerle caso", "qué sucederá si es que hago eso" y  hasta "quién se ha creído tal persona para siquiera suponer que yo le voy a obedecer". Sucede así.

Para tal caso, si recordamos Romanos 1, encontramos que la verdadera vida del cristiano se basa en 3 cosas muy importantes y que conviven entre sí juntas: la fe, el amor y la obediencia. Vistas desde el orden que uno quiera, el cristiano vive o "por fe en amor para obediencia", o "obedeciendo a la fe en amor", o "amando por obediencia a la fe". Sea como sea, de eso se trata la vida del creyente, y su relación con Jesucristo se fundamenta en esos tres pilares que Él mismo tuvo en la tierra.

Y es la tierra la promesa. Una promesa de heredad, de parte de alguien que ama mucho a quien deja quizá el bien más importante. No se mueve, no se gasta ni se acaba. La tierra, pues, es no sólo la visión de la prosperidad para la vida, sino también el lote que Cristo nos prepara en el Cielo.

Finalmente, el tema que más me gustó: el verdadero liderazgo está hecho a punta de mansedumbre. Sólo un buen manso puede guiar a un montón de bravos, ya que sólo en él confía el Pastor o Ganadero.

Un manso que obedece, que sabe lo que su Amo quiere, que no protesta, sino que sigue los pasos de quien lo guía y, a su vez, puede guiar a todos los que están detrás de él, ese es un manso verdadero.

Muchos bravos pueden estar detrás, pero sólo el manso puede guiar porque su Amo confía en él porque sabe que va en su misma dirección y no chista sobre las decisiones del que manda.

Yo quiero ser un manso, un manso real, como el que Jesús quiere para guiar al ganado.

Que Cristo te enseñe a ser manso, como se lo pido por mí.

P.d.: Adaptación del diccionario de la RAE, Santillana, Larousse:
"Manso: En el gano lanar, cabrío o vacuno, cabestro o buey obediente que, por ser tranquilo, sirve de guía al ganado bravo."

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