De temores y justicias

Hch. 10:35
"...sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia."

Dios le había mostrado a Pedro que a nadie podía considerar inmundo, y que su evangelio tendría que ir no sólo a los judíos sino también a los gentiles.

Mi relación con Dios está cimentada en diferentes aspectos: Él me amó primero y me hizo salvo; yo le amo y creo con fe en lo que hizo, hace y hará por mí; yo le obedezco en lo que Él dice porque reconozco que es lo mejor y le temo en reverencia y adoración porque es Señor sobre mi vida.

El temor a Dios debe verse así: lo que un siervo siente por su amo, por un amo que le ama y al que él mismo ama. ¿Cómo está mi reverencia hacia mi Dios?

Tengo que tener bien en cuenta que Dios es un amo lleno de amor y con deseo de bendecirme siempre, pero también es un Señor que espera de mí que esté en línea con Su justicia y rectitud.

Mi temor a Dios debe tomarse en obediencia plena en base a amor y a fe. De ahí, también, parte el agradar a Dios.

La justicia, por otro lado, es un conjunto de varias cosas para Dios, pero quiero ver dos en particular: en primer lugar, el hacer lo que a Él le agrada, alejándome del pecado y no jugando con la tentación y amando como Él ama; por otro lado, la justicia de Dios se basa en amar al hombre y justificarlo en Jesús por fe, lo cual implica, de alguna forma, el compartir lo que Él hizo.

¿Estoy haciendo justicia? Me tengo que cuidar y santificar alejado del pecado, y debo compartir lo que Cristo hizo por mí.

Pedro entendió lo que el Señor quería de él. Yo, por mi parte, tengo que entenderlo también y buscar cumplirlo con todo mi corazón.

Que tu justicia no se aparte de la justicia de Dios.

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